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  Los peligros de una iglesia
 

Los peligros de una iglesia “perfecta"

(Por: Alden Thompson)

 

A nadie le gusta la iglesia tal como está. A nadie. Incluso su más acérrimo defensor sabe que no es perfecta. Así, pues, descubramos lo que está mal y arreglémoslo. Luego, todos se sentirán cómodos y felices; los que critican se callarán; acabaremos la tarea encomendada; Jesús vendrá...

¿Buena idea? Tal vez no. Además, es poco probable lograrlo, ya que cada miembro de iglesia es un pecador que vive precariamente al borde del pecado. No. Las probabilidades de una iglesia perfecta no son esperanzadoras. De hecho, dependiendo de cómo definamos "perfección", una iglesia perfecta puede ser un peligro para la obra de Dios.

Lograr la definición correcta es el primer desafío. Debemos estar en el mundo, pero no ser del mundo. Al tratar de vivir lo que esto significa, nos enfrentamos a una división interna. Algunos quieren más contacto con el mundo; otros, menos. Una definición consensuada de "perfección" se torna difícil.

En cierto sentido, una iglesia "perfecta" es posible. Pero, primero, analicemos los peligros inherentes si lográramos una definición consensuada sobre la iglesia perfecta y la pudiéramos materializar.

1. Perfección volátil: C. S. Lewis dijo: "En el momento en que el buen gusto se hace evidente, pierde parte de su bondad". Si despertará una mañana con la sospecha de que somos perfectos, tendríamos la evidencia más clara de que no lo somos. Entre pecadores, la verdadera bondad es una bondad inocente, una que no logra imaginar cuán buena puede llegar a ser. Saber que somos buenos corrompe la bondad con el orgullo, y nos la arrebata de las manos. ¿Cómo podría una iglesia saber que es perfecta sin ser arrogante?

2. El pecador anhelante en el exterior: Si estuviese atrapado en una maraña de malos hábitos y adicciones, ¿cómo podría buscar ayuda en una iglesia perfecta? ¿Cómo podría oscurecer su resplandor y amenazar su reputación con mi presencia miserable? Primero, querría mejorar mi conducta. Imaginar una iglesia "perfecta" me tienta a inferir que necesito ganarme el favor de Dios; una variante mortal de la demoníaca imposibilidad: la salvación por obras.

3. El pecador con remordimiento en el interior: Si fuera miembro de una iglesia perfecta, no sabría qué hacer con mi pecado. Incluso, si anduviera bien con mi conducta externa, ¿cómo podría ser honesto con mi corazón engañoso? ¿Cómo podría reconocer que, por mi culpa, mi iglesia ya no es perfecta?

Temo que imaginar que la iglesia es perfecta sería una invitación a que, como fariseos, agradezcamos a Dios por no ser como los demás. Pecadores con remordimiento podrían no confesar sus pecados y sus necesidades a los demás o a Dios. En Lucas 18:9 al 14, Jesús colocó al cobrador de impuestos y su oración como un modelo para nosotros. "Dios, sé propicio a mí, pecador". Jesús no se refirió a él como justo ni pecador, sino justificado: "Éste descendió a su casa justificado".

En la vida cotidiana de un cristiano, el estatus de ser justificado (en vez de perfecto o impecable) es crucial. Así, no tendremos que calcular cuándo hemos sido lo suficiente malos para confesar nuestros pecados a Dios. Siempre somos pecadores, y orar para confesarnos siempre será oportuno. La promesa de Dios es que nos iremos a casa justificados.

Las últimas palabras de Jesús sobre la situación del fariseo y el publicano son que "cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido". Nuestro dilema es que, cuando nos hemos humillado, debemos luchar contra el orgullo de ser humildes y se hace necesario que nos humillemos nuevamente. La única conclusión segura a la que podemos llegar es que humillarse es la tarea del pecador, y exaltar es la obra de Dios, siempre. Cualquier definición de una iglesia "perfecta" nos tienta a exaltarnos, lo que nunca será positivo.

Por buenas razones, la iglesia busca atraer a miembros de primer nivel. Además, no hay nada de malo en querer tener una buena reputación. Incluso Pablo dijo que los ancianos tengan "buen testimonio de los de afuera" (1 Tim. 3:7). Pero las buenas noticias son que la iglesia es un lugar para pecadores, un lugar en donde podemos disfrutar de su gracia y crecer a su semejanza.

Un pecador siempre lo es; tal como un alcohólico, nunca dejará de serlo. Al menos en un aspecto, la organización que ha sido de tanta ayuda para ellos -Alcohólicos Anónimos (AA)- modela lo que la iglesia debiera ser para los pecadores. Aquellos que asisten a AA nunca lo hacen para justificar o fortalecer su adicción. Van porque quieren liberarse. Independientemente de si han sido sobrios por años o han vuelto a caer, todos ellos se reúnen para ayudarse mutuamente. Esto es lo que la iglesia debiera ser y hacer.

En este contexto, sí podemos hablar de una iglesia perfecta. Si una Biblia "perfecta" posee un "lenguaje imperfecto" -estoy citando las palabra de Elena de White en Mensajes selectos, t. 1, pp. 25, 26), una iglesia perfecta es aquella que está compuesta por pecadores que saben lo que es el pecado, la gracia y el perdón. Como dijo Henri Nouwen: "El perdón es el lenguaje del amor entre aquellos que aman mezquinamente. Ni siquiera sabemos lo que hacemos al dañar a los demás. Necesitamos perdonar y ser perdonados cada día, cada hora, sin cesar. Este es el gran trabajo de amor en medio de la hermanad de débiles que es la familia humana" (Weavings, vii, p. 2).

La iglesia perfecta es aquella en donde gente imperfecta sabe mucho sobre el perdón.

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-- Alden Thompson es Profesor del Estudios Bíblicos en la Universidad de Walla Walla, Estados Unidos.

-- Publicado en la Revista del Anciano, Trimestre: Julio | Septiembre 2010.


 
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